El artesanado de la distancia. Sobre Un foquito en medio del campo, de Daiana Henderson
Artículo
Autoría:
MOSCARDI, MATIAS EDUARDOFecha:
2014Editorial y Lugar de Edición:
Bazar AmericanoRevista:
Bazar Americano (pp. 1-3) - ISSN 2314-1646Bazar Americano
ISSN:
2314-1646Resumen *
Un foquito en medio del campo, de Daiana Henderson (Paraná, 1988), fue publicado a fines del año pasado por la Editorial Municipal de Rosario. El libro obtuvo el primer premio en el Concurso Municipal de Poesía Felipe Aldana 2013, compartido con Leiden y otros textos, de José Sainz. El jurado estuvo integrado por Mirta Rosenberg, Mario Ortiz y Laura Wittner. El contexto es significativo; no lo es por una cuestión de legitimación; lo es porque estos nombres -Rosenberg, Ortiz, Wittner- abren, de alguna manera, la pregunta por la relación crítica entre la poesía argentina joven y la tradición, entre las escrituras poéticas del presente y su vínculo con los noventa. Desde la reciente aparición de la antología 30.30 -de la cual D. H. participó como antologadora, no como poeta; el dato no es menor- resuena el eco de esta pregunta cuya respuesta apuntó la misma Mirta Rosenberg: "en la poesía argentina, nunca una década demoró tanto en terminar como la de los noventa", dice en una reseña sobre la antología publicada en la revista Otra parte; y agrega: "aunque da la impresión de que lentamente va llegando a su fin." Un foquito en medio del campo podría ocupar, en este sentido, un punto de inflexión parecido al detalle lumínico de la imagen del título: un punto diminuto, pero enérgico, cuya condición de posibilidad recae sobre aquello que el verso deja entrar en la imagen como significado pero que, sin embargo, queda desplazado como significante; digo: hay algo suprimido ahí (en la imagen, la luz del día; en el verso, la oscuridad de la noche) cuya omisión produce eso que, en definitiva, brilla contra el fondo de cosas no dichas: un foquito. Y si ese foquito constituye el estatuto de una poética es porque ahí mismo, en esa serie de ausencias que hacen posible la presencia de un destello, puede leerse una estructura vincular determinada en relación al pasado literario. Por ejemplo: supongamos, a riesgos de simplificar en exceso o de caer en un maniqueísmo absurdo, que en la 30.30 -precisamente: ahí donde D.H. está, a la vez que no está- pudieran leerse, a gran escala, dos continuidades en relación a los noventa: una que tuviera que ver con las poéticas de Sergio Raimondi, Alejandro Rubio y Martín Gambarotta; y otra con las escrituras de Fernanda Laguna y Cecilia Pavón, asociadas al grupo de Belleza y Felicidad. Bueno, en tal caso, la poesía de D. H. no se inscribiría, me parece, en ninguna de estas dos vertientes; pero esa forma de "no inscribirse", de alejarse, esa distancia, luego, no se produce por exclusión; eso que no encontramos de estas dos líneas en la poesía de D. H. es exactamente lo que no encontramos en el sintagma del título: la noche que hace de fondo al resplandor; es lo que no está, tampoco, en el foquito: la ausencia de luz solar que da paso a la noche; porque en la imagen del título, dichas ausencias producen presencias, lo pasivo tiene su remanente activo: lo que lentamente va llegando a su fin es, a la vez, algo que comienza. Entonces, si esto es así, la escritura de D.H. podría leerse como una poética que, al tomar distancia, al alejarse, logra un singular efecto de síntesis, porque en su escritura podemos encontrar la sobriedad nominativa de Daniel García Helder ("Desconozco la simbología climática,/ por lo tanto: mañana tal vez encuentre/ el piso del patio mojado,/ pero tal vez no", leemos en "Migración") cruzada con la soltura sentimental de Fernanda Laguna ("Quise llamar/ a todos por teléfono, decirles que los amo./ Necesito algo que me haga concha el corazón", en "Vi nevar, en Rosario, y con sol"), todo en un mismo punto minúsculo: un foquito. Información suministrada por el agente en SIGEVAPalabras Clave
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