HACIA UNA EPISTEMOLOGÍA DE LA TEORÍA LITERARIA: OBJETO Y MÉTODO EN EL ESTRUCTURALISMO FRANCÉS (1963-1969)
Tesis
Autoría:
CHUIT, ROBERTO ALEJANDROFecha:
03/12/2024Resumen *
Reunir bajo la rúbrica de estructuralismo a un conjunto tan diverso de disciplinas,autores, aportes, intervenciones y debates parece ser una irresponsabilidad. Lo es, enestricto, por varias razones. Por el momento destacaremos dos fundamentales. Laprimera, porque el término estructuralismo ha terminado por cristalizarse más como una notación temporal, una marca histórica y cultural, cuanto como una perspectiva teórico- metodológica de cierta especificidad epistemológica y de cierto anclaje en campos determinados de las Humanidades (Dosse, 2016); la segunda, porque el término mismoestructura cuenta con una polivalencia semántica, disciplinar, epistemológica yconceptual vastísima, en muchos casos contradictoria y hasta excluyente.De lo primero es prueba gran parte de la historiografía disponible (Broekman,1974; Sturrock, 2003, entre otros que veremos más adelante), que opone, a unapresentación pormenorizada y sistemática de las diversas expresiones del estructuralismo, un espíritu de divulgación, siempre fecundo y necesario pero filosóficamente insuficiente.De lo segundo es prueba la compilación temprana que R. Bastide edita en 1962 y quelleva el nombre de Sens et usage du terme structure dans les sciences sociales (traducida al español en 1978 bajo el título Sentidos y usos del término estructura en las ciencias del hombre). Este breve volumen parte de una consideración doble. La primera, que “ninguna ciencia ha hecho progresos esenciales sin un vocabulario técnico perfecto y la historia misma de las diversas ciencias nos revela (...) el progresivo pasaje del uso de los términos de su sentido corriente a la ‘jerga científica’” (p. 9); la segunda, que a pesar de eso, “las ciencias sociales no presentan todavía ese vocabulario técnico perfecto (...) sino varios vocabularios técnicos, a menudo uno por autor, lo que hace imposible el trabajo común”(p.9). Sin embargo, sigue Bastide, “si el empleo del término continúa —es decir, eltérmino estructura— (...) si invade sin cesar nuevos campos de exploración, es porquerealmente corresponde a una necesidad, porque es útil y porque, si bien puede llevar aconfusiones, puede también enriquecer las disciplinas que apelan a esta noción” (p. 12).De ahí la necesidad de un mapeo general de la especificidad del término y, por derivación,de su aplicación y funcionamiento en disciplinas humanísticas dispares: desde lalingüística (Benveniste), la etnología (Lévi-Strauss), la historia del arte (Francastel), hastaen la economía (Perroux), la economía política (Marchal), el derecho privado y público(Carbonnier y Mathiot), la psicología, la psicopatología y el psicoanálisis (Lagache),5pasando por la psicología social (Pagèt), la sociología (Aron), la historia (Vilar) y lahistoria de la cultura (Goldmann).Al día de hoy, el término estructura no se encuentra semánticamente“estabilizado” (cosa que también sucede con algunos de sus términos vecinos, como“sistema”, “forma”, “organizaciones”, etcétera) ni en las ciencias humanas ni en lasciencias exactas, físicas y naturales. Por ello, los reparos obligatorios respecto decualquier forma de generalización apuntan no sólo al campo de la práctica filosófica sinotambién a nuestra propia práctica como investigadores latinoamericanos y, sobre todo,argentinos. La generalización conceptual del par terminológico estructuralismo-estructura y de todo el debate que lo rodea entorpece, por un lado, los estudios abocadosa las problemáticas de la circulación, recepción e institucionalización de una tradición depensamiento cara a la intelectualidad argentina de la pos-dictatura; por el otro, nos dejadesarmados respecto de lectura rigurosas y sistemáticas que arrojen luz sobre qué delestructuralismo tiene aún hoy vigencia y potencia analítica, y sobre qué tipos de salidasdiagonalizadas (al decir de Badiou) estamos capacitados para ensayar.Ahora bien, ¿hasta dónde no es irresponsable realizar una homologación? ¿Hastadónde una generalización puede tener validez teórica y explicativa?Nuestra lectura nos sugiere que el estructuralismo francés –al menos los autoresque nos encargaremos de ver aquí– compartió una ética particular. En el estructuralismofrancés existió una ética, por contraintuitivo que pueda parecer, de la apertura; una éticade la disposición –de aquello que se ofrece–, del principio abierto (esto es, “mostrado”)que reconoce también su alcance, su límite, su espacio de agotamiento e imposibilidad.En suma, una ética que toma a la práctica científica como práctica sin agente –no ya sinsujeto–, y sin nombres propios: una práctica anclada en su propio objeto, y por ello, en eldebate, en los reenvíos y en los regímenes de mutabilidad y variabilidad posibles. Estegesto, a menudo propio en disciplinas nacientes obligadas por la dinámica del campocientífico a mostrar sus patentes nobiliarias –su procedencia y su sino, sus fundamentosepistemológicos y programas de trabajo–, terminó por emparentar al estructuralismofrancés más con los derroteros propios de las ciencias duras que con los itinerarioscaracterísticos de la filosofía continental del siglo XX, aun perteneciendo por derecho aella.Resulta curioso que esta coincidencia, esta política de la práctica científicaestructuralista (siempre abierta, dispuesta), y que vemos transparentarse en cada uno de6los autores seleccionados, haya sido reconocida de nuestra parte sólo después de haberiniciado la investigación; y lo que es más, resulta curioso que esta política de la prácticacientífica estructuralista sea la condición misma de una investigación como la quepresentamos. Esta condición difícilmente pueda ser considerada exclusivamente teórica;es más bien una condición de permisibilidad y hospitalidad: la teoría literariaestructuralista francesa –y aquí otra diferencia remarcable con la filosofía continental–parece no tener intención de oscurecer su enunciación, ni sus objetivos, ni sus filiaciones,ni su pasado genealógico, y procede clara, haciendo al lector testigo de los procedimientosde su pensamiento, de sus pausas y sus re-anudamientos, de sus callejones sin salida, desus alcances y sus límites.Así, encontramos que para axiomatizar o reconstruir los fundamentosepistemológicos profundos de la teoría literaria estructuralista no fue necesario un rodeoextenso a través de lecturas secundarias que buscasen mediante una exégesis policial (aldecir de Bachelard), filológica o cientificista (o “ciencia de la ciencia”, al decir deLecourt) reponer las faltas cruciales, sean estas invisibles o no lexicalizadas; por elcontrario, descubrimos que aquello que entendemos por estructuralismo (sus criterios deselección, de conformación de programa, sus intenciones) se encuentra en los mismostextos estructuralistas, nuevamente, “honestos” en sus deseos y objetivos, pero también“honestos” en lo que callan y en la confesión a menudo solapada de sus fronteras. Información suministrada por el agente en SIGEVAPalabras Clave
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